Apéndice Financiero 12 de mayo de 2017

12 de mayo de 2017

Para los que abanderan el proceso fintech, éste consiste en la superación de fricciones y opacidades y argumentan que, allí donde se establece, permite mayores niveles de flexibilidad, transparencia y rapidez, a la vez que menores costes.

Sus entusiastas consideran el proceso de innovación tecnológica global, en el que está inserto, como la mayor revolución en la historia de la humanidad, escenario que exige una transformación completa del modelo de negocio anterior y da lugar a un nuevo paradigma económico.

Lo que nos situaría ante un fenómeno complejo y transversal que encerraría múltiples aspectos relacionados con la innovación y el desarrollo tecnológico e implicaría a todos los sectores productivos, desde la agricultura a la banca y a las finanzas, afectando a productos y servicios, a empresas y hogares.

Si esto es así, representa una ola y, como un buen surfista con experiencia y visión, cualquier empresa y Estado debería analizar el proceso en profundidad, considerar cómo le puede afectar y actuar decididamente en consonancia. “Coger la ola”.

Desde aquí solemos aconsejar prudencia en los análisis y en la toma de decisiones. Creemos que, también en este caso, ésta es la actitud y el procedimiento adecuado, pero desde la perspectiva de que no se puede perder comba en un proceso de transformación radical, de revolución económica, cuando éste se produzca. Por eso consideramos fundamental que los responsables empresariales y políticos analicen con prontitud y muy seriamente la realidad y las  implicaciones de este proceso y actúen en consecuencia.

Porque, incluso aquellos que, situados en el centro del escenario, marcan las pautas, pueden perder el equilibrio y pasar al ostracismo si no saben interpretar las leyes que determinan la evolución de las cosas.

Nokia supo interpretar el devenir económico y las oportunidades que éste presentaba, y cogió una ola, pasando de fabricar pulpa de papel a ocupar el centro de la telefonía móvil. Pero, a pesar de ocupar esa posición preeminente, mejores lectores ulteriores la empujaron al ostracismo.

El Centro de un Imperio en el que no se ponía el sol, no se aplicó a la interpretación de las leyes y procesos que fortalecen realmente a un Estado, actuando en consecuencia. Como resultado de ello, arrastra siglos de relevancia menor en el tablero internacional.

Todo fluye, decía Heráclito, y, ciertamente, lo que es grande puede empequeñecer, o desaparecer. Estados y empresas.

En los procesos fundamentales de transformación, se derriban las barreras de entrada y la escala pierde relevancia. Contendientes menores pueden tomar la posición bajo el tablero. De ahí que mantenerse alerta, detectar y actuar representan factores de supervivencia.

Desde ámbitos de la regulación se otorga gran relevancia al tamaño, mientras que, en sentido contrario, “lo pequeño es hermoso” escribía Schumacher.

Ciertamente, la escala es importante, pero sólo si se utiliza en la dirección que va el viento, mientras que lo pequeño puede alcanzar el éxito si sabe anticiparse en la dirección correcta.

No se trata tanto de tamaño como de acierto en la visión estratégica, en la organización eficiente de los recursos, en la adopción de un modelo de negocio viable, flexible y acorde con la estrategia definida, así como en la capacidad de decisión e implementación audaz de las medidas y actuaciones necesarias para el desarrollo de dicho modelo. Audacia ésta que nace no de la temeridad sino del análisis profundo y mesurado y se asienta en una gestión prudente y decidida.

Las crisis financieras muestran innumerables casos de “grandes” caídos, y “menores” solventes, eficientes y con visión, que saben crecer.

Con toda seguridad, los reguladores son conocedores de estas nociones sencillas aunque, en algunos ámbitos, aquellos que tienen el poder de decisión oscilan desde iniciativas desreguladoras –a lo que las entidades inicialmente beneficiadas responden haciendo la ola- a iniciativas dirigidas a trocear y dividir –a lo que las mismas entidades responden haciendo la ola inversa-.

En el ámbito de la Banca, “saber crecer” conlleva dedicarse pacientemente a lo suyo. Esto consiste, fundamentalmente, en el negocio de intermediación con empresas y familias. Captar en términos razonables y prestar en términos solventes. Si un préstamo no es claramente viable, no se da. Así de simple. Si esto no se cumple, no sobrevives, aunque llegues a alcanzar gran tamaño y te adornes con sofisticados modelos que pueden ocultar humo.

Con toda seguridad, esto lo conocen los reguladores por lo que cabe esperar que se mantengan en el mercado aquellas entidades que, no alcanzando un gran tamaño, se asienten sobre una estrategia clara, una estructura eficiente, un modelo viable y una gestión prudente. Porque, desde estas bases, se puede pisar fuerte. Sobre estos cimientos, son compatibles racionalidad y audacia. Sobre estos postulados, se está capacitado para coger las olas.

En el escenario sobre el que aquí reflexionamos, los análisis de tendencias están profundizando notablemente en los procesos de innovación y desarrollo tecnológico. Esto es realmente conveniente.

Pero es asimismo aconsejable profundizar en el análisis relativo a los niveles de endeudamiento, liquidez o exigencia regulatoria alcanzados, y en la viabilidad de los mismos, así como en la posible existencia de burbujas sectoriales y en el establecimiento de alertas y controles a este respecto, en la medida en que estos aspectos son cruciales para el correcto desenvolvimiento y estabilidad de la economía y las finanzas.

Algunos analistas consideran que los bancos actuales serán significativamente dañados en ingresos y márgenes, como resultado de las “fricciones” de funcionamiento en sus servicios y productos.

Se argumenta que el actual escenario regulatorio, orientado a facilitar tanto la banca abierta como nuevos instrumentos de financiación empresarial, obliga a la puesta a disposición de datos de clientes de la banca para su explotación por parte de nuevos competidores que, más ágiles y eficientes, acabarán ganando la posición.

Indudablemente, la regulación y la necesidad de racionalidad económica dictarán los pasos a dar, en la dirección de una mayor transparencia, rapidez y flexibilidad pero, en la misma medida, la dirección a seguir deberá satisfacer la necesidad de preservar la estabilidad financiera o la confidencialidad de determinados datos.

En el actual escenario, se apuesta porque grandes empresas tecnológicas como Apple, Google, Facebook o Amazon acaben absorbiendo buena parte del actual negocio bancario.

Es posible pero, adelante-atrás-vertical-horizontal no es un baile, es la historia de las integraciones, de las fusiones y absorciones. En este sentido, que nadie tenga la menor duda, veremos de todo.

Los grandes grupos bancarios tienen la piel cubierta de cicatrices y el conocimiento bien curtido. Atesoran experiencias diversas, grandes crisis y reestructuraciones. Así como potencia para desarrollar, dentro, lo que amenaza fuera.

Ya en 2015 un informe de Goldman Sachs estimaba que en torno a 4,7 billones de dólares de ingresos por servicios financieros estaban en riesgo ante las fintech, a la vez que se está produciendo una desviación de talento y formación proveniente de los MBA hacia este sector, a la búsqueda de resultados rápidos y más enriquecedores y, en perjuicio del sector financiero y de consultoría.

Indudablemente, este tiempo, considerablemente convulso, no deja de ser apasionante. Las etapas de grandes transformaciones generan cierto vértigo, son abismales pero, recordemos, a este respecto, aquello que escribía Nietzsche: “cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”.

Que nadie se llame a engaño. En el escenario actual todos los agentes están alerta, escudriñando a los demás, a viejos y a nuevos, y analizando cómo tomar ventaja. Puede que algunos no lo estén haciendo pero, esos, no importan. Ya están muertos.

Desde aquí llamamos a todos los responsables relevantes de los distintos ámbitos a escudriñar, analizar, resolver y actuar, sin dilación, con solidez. Con prudencia y audacia. Coger la ola.