2 de noviembre de 2016
Esfuerzo y clarificación
Existe cierta controversia respecto a los efectos negativos que sobre el sector bancario están teniendo tanto los bajos tipos de interés derivados de la política monetaria del BCE como el esfuerzo de adaptación requerido al sector ante los continuos cambios regulatorios implementados, o la incertidumbre respecto a los cambios que pueden estar por llegar.
Baste mencionar, en este sentido, las dudas existentes con relación a un coeficiente más de regulación bancaria: el requerimiento mínimo de fondos propios y pasivo elegible (MREL), que desarrolla la Directiva de Recuperación y Resolución Bancaria. Dichos fondos deberían permitir la absorción de pérdidas y, si fuese necesario, la recapitalización, para lo que se establecería un orden de prelación.
Este coeficiente se une a otros mencionados en apéndices anteriores (coeficiente de solvencia, ratio de apalancamiento,…) pero genera ciertas dudas en la medida en que, aunque se fija por defecto un nivel de absorción de pérdidas, atendiendo a los requisitos de capital exigibles, su fijación exacta se deja a la autoridad de resolución (y, en última instancia, a la aprobación del BCE), que atenderá para ello a factores como el tamaño, complejidad, número de afectados, modelo de negocio, de financiación o de perfil de riesgo, así como al posible carácter sistémico de la entidad.
La configuración exacta de este coeficiente genera incertidumbre no sólo al sector sino, asimismo, a los inversores, en la medida en que los pasivos elegibles incluidos, se utilizarán a efectos de recapitalización interna de la entidad, es decir, existe un riesgo de pérdidas en la inversión.
En este contexto, a lo largo de los últimos meses diversos miembros de la Comisión Ejecutiva del BCE han recogido en sus intervenciones públicas la expresión “necesidad de clarificación regulatoria”.
Ciertamente, esta intención es positiva y, tan necesaria que cabría aplicarle una ratio de seguimiento y control: Actuación Tangible sobre Deseo Total.
A diferencia de Estados Unidos, donde el mercado de capitales juega un papel determinante en la financiación empresarial, en Europa la intermediación bancaria es fundamental para la financiación de las empresas y, por lo tanto, para la inversión y la marcha de la economía real, en definitiva, para el crecimiento y el empleo. Así pues, despejar incertidumbres en el sector, coadyuvar de forma transparente y rigurosa al desarrollo de su actividad, no representa un auxilio a la banca sino, en última instancia, un impulso a las empresas no financieras y a los hogares.
Recientemente, en su informe sobre los cambios estructurales del sector financiero europeo, el BCE recogía que la mitad del cierre de oficinas bancarias realizado en el conjunto de la Zona Euro, se había realizado en España. Aunque el sector se mantiene aún por debajo de la media en ratio de eficiencia y en las últimas posiciones en cuanto a población por oficina, la autoridad monetaria reconoce el esfuerzo realizado para, a renglón seguido, mencionar que hay mucho camino por recorrer.
De la misma forma que, a nivel macro, España ha realizado un importante esfuerzo de reestructuración que le ha permitido mejorar notablemente en algunos de los desequilibrios básicos existentes en 2007 (endeudamiento privado, déficit comercial, posición financiera frente al resto del mundo e incluso -en algunos puntos porcentuales- ratio de desempleo), a nivel micro también se ha profundizado en esa tarea.
Así, mejora en la ratio de eficiencia, reducción de la morosidad o reorientación del modelo de negocio –retornando al negocio tradicional y a la financiación a través de depósitos- son factores que subyacen a la mejor evolución de los beneficios en la banca española.
Las principales entidades han implementado planes de reducción de costes que les ha permitido publicar reducciones en los gastos de explotación de la actividad realizada hasta septiembre del presente ejercicio. Asimismo, continúa la reducción de dudosos y adjudicados y desciende la financiación en mercados mayoristas. El esfuerzo de saneamiento abordado en años anteriores permite disminuir los beneficios destinados a este concepto, a pesar de lo cual, las entidades más prudentes continúan aplicando a este epígrafe saldos importantes, a fin de incrementar la cobertura de dudosos y adjudicados.
Las variaciones interanuales en el saldo de las nuevas operaciones de crédito alcanza los dos dígitos y muestra ratios especialmente significativas en lo que se refiere al crédito a pymes, a pesar de lo cual, al mismo tiempo mejora la relación préstamos/depósitos (atendiendo a los deseos del BCE).
La mejora significativa en indicadores como CET1 fully loaded, activos líquidos disponibles y descontables sobre total balance, rentabilidad de los recursos propios, o disminución de irregulares y aumento de su cobertura, muestra el esfuerzo realizado en el buen camino. Pero aún no basta.
El sistema financiero español está sujeto a los vaivenes generados a partir de las dificultades que se produzcan en otros sistemas (en el anterior apéndice recogíamos algún ejemplo) mientras que, por otra parte, desafortunadamente España está ubicada en la periferia de la Eurozona, ámbito en el que se amplifican los efectos de dichos vaivenes. Por lo tanto, como ocurre a nivel macro, tampoco a nivel micro se puede dejar de trabajar en la dirección correcta.
Por otra parte, el entorno no ayuda. Así, los bajos tipos de interés están afectando al margen, especialmente en un contexto de caída de las comisiones, por menores operaciones financieras y por aumento de la competencia. Aunque El BCE alude a la mejora en el margen neto a nivel Agregado, éste nivel es el sumatorio de múltiples situaciones individuales muy diversas.
Los últimos anuncios realizados tanto por la autoridad monetaria central de Japón como de la Eurozona, en lo que a profundización en tipos negativos se refiere, asumen la existencia de este efecto colateral negativo. Así lo interpretan también los mercados. Y así lo descuenta la evolución reciente de precio y rentabilidad de bonos.
En sus últimas intervenciones públicas, destacados miembros de la dirección del BCE se ven obligados a realizar una defensa argumental profunda de sus medidas, ante la existencia de una creciente contestación a las mismas.
Ciertamente, a los argumentos esgrimidos en defensa de las mismas desde el BCE, no les falta calidad y, en buena medida, razón, pero, al mismo tiempo, en dichos argumentos se asumen las limitaciones que aquejan a dichas políticas monetarias y se reclama compañía, esto es, la adopción de medidas de política fiscal, reformas y reestructuraciones, que redunden en aumentos de la inversión, de la productividad, del crecimiento potencial y real, y, en última instancia, en una reducción del desempleo.
Asimismo, el BCE alude a la necesidad de alcanzar y sostener un buen estado de forma del sector bancario en la Eurozona, factor esencial para la buena marcha de la economía y de la equidad social.
En este sentido, la autoridad monetaria menciona cómo la Tier 1 media de los bancos de la Zona casi se ha duplicado desde 2008, a la vez que se han ajustado los balances, se ha incrementado el capital, disminuido el endeudamiento y reducido la financiación en mercados mayoristas – reorientándola hacia los depósitos minoristas-.
Pero el BCE entiende que la situación continúa siendo delicada y que subsiste el desafío de la rentabilidad potencial y de la viabilidad futura. Recoge, en este sentido, que la rentabilidad del capital propio es significativamente baja en grupos bancarios relevantes, en los que, asimismo, la relación precio-valor en libros se ha deteriorado de forma notable.
A pesar de los efectos negativos conocidos por parte del BCE, los bajos tipos de interés y su afectación al margen pueden continuar en tanto no se consoliden crecimiento –y demanda de crédito solvente- e inflación, por lo que el mercado descuenta en sus modelos de análisis bajos niveles de rentabilidad del capital para los próximos cinco años, especialmente en el caso de los bancos cuyo modelo de negocio está basado en la transformación de vencimientos.
De otro lado, los costes fijos se mantienen relativamente altos, poniendo de manifiesto sobrecapacidad, y las ratios costes-beneficios de las entidades de la Eurozona se comparan mal con las de otras áreas económicas.
Los procesos de concentración se han realizado fundamentalmente dentro de los distintos países de la Zona, no abordándose la necesaria diversificación geográfica (y, por ende, del perfil de riesgo-país). Es decir, a juicio del BCE, hay que dar pasos decididos en las fusiones transfronterizas, sin abandonar las integraciones nacionales aún necesarias para asegurar la viabilidad desde la continuidad en la reducción de los costes de explotación, especialmente en el mencionado contexto de reducidos tipos y caídas de comisiones.
En anteriores apéndices recogíamos la necesidad de aprender en cuerpo ajeno, en lo que a nuestro sistema financiero se refiere, y la necesidad de abandonar posiciones periféricas, en lo que concierne a nuestra economía. En este apéndice, abundamos en ambas necesidades. Las dos requieren de un esfuerzo notable continuado.
Estamos capacitados para abordarlo. Hemos dado muestra de ello en los últimos años.
Claridad de ideas y generosidad, flexibilidad y acuerdo permiten abordar en mejores condiciones las mayores exigencias. Este es un tiempo para ello.
Pero, asimismo, reclamamos la clarificación del contexto regulatorio que afecta al sector bancario porque, efectivamente, en la Eurozona, los bancos son fundamentales para garantizar la transmisión de la política monetaria y la consolidación del crecimiento y desarrollo de la economía real, esto es, la disminución del desempleo y la mejora en la equidad social.