13 de enero de 2017
Luces y sombras
Los datos derivados de los modelos de nowcasting de Fulcrum establecen estimaciones de crecimiento del presente -así como del pasado y futuro inmediato- lo que resulta realmente útil ante los retrasos con que las estimaciones son facilitadas por las mediciones estándar.
Según dichos datos, el crecimiento global actual alcanza el 4,1% (el mayor ritmo desde 2010, a la vez que significativamente superior al 2,5% en que se situaba al inicio de 2016).
Este crecimiento se sustentaría tanto en las economías avanzadas (2,5%) como en las emergentes (que se situaría en el entorno de la ratio de tendencia, del 6%), con Brasil y Rusia recuperándose y China respondiendo positivamente a la política de estímulo implementada.
Atendiendo asimismo a dichos modelos, las previsiones de evolución del PIB global para 2017 tendrían que ser revisadas al alza.
En este contexto, las acciones –y más específicamente las acciones pertenecientes a empresas cíclicas-, se beneficiarían de esta evolución. Los precios de los bonos y de las acciones defensivas correrían peor suerte.
Según datos de Merril Lynch, en los dos meses que siguieron a la victoria de Trump, en torno a 41 mil millones de dólares salieron de los fondos de bonos, mientras que, aproximadamente 70 mil millones de dólares entraron en los fondos de acciones.
Estos datos son ciertamente significativos. Sin embargo, hay que considerarlos de forma mesurada, no sólo porque en la última semana se ha producido la mayor entrada en fondos de bonos de los últimos tres meses; o porque muchos de los fondos que mantienen deuda americana están sujetos a restricciones respecto a los activos alternativos que pueden poseer; o porque aquellos que disponen de mayor flexibilidad a la hora de decidir -tal es el caso de fondos de pensiones y hogares- ya mantienen en bonos sus posiciones más reducidas de los últimos 30 años; sino porque estamos hablando de unos fondos en los que, en los últimos 10 años, entraron en torno a 1,5 billones de dólares.
Ciertamente, buena parte del mercado considera llegado el momento de la Gran Rotación, dada la inminencia de cambios significativos en Estados Unidos –Plan de Inversiones en infraestructuras, recortes impositivos, desregulación- .
Según estos analistas, dichos cambios permitirán superar el “estancamiento secular”, la deflación, el crecimiento poco sólido y los tipos interés en mínimos históricos –factores que dieron lugar a un posicionamiento de las carteras en acciones defensivas y en bonos- y propiciarán mayores niveles de crecimiento, tipos de interés e inflación –impulsando el posicionamiento en activos de crecimiento, sectores inmobiliario /constructor, aseguradoras o bancos-.
Sin embargo, es aconsejable extremar la prudencia antes de apostar por el devenir inmediato. Cualquier observador avezado habrá reparado en que en el actual escenario existe una notable marejada de fondo con importantes fuerzas muy enfrentadas, lo que se está traduciendo en fuertes corrientes superficiales, reflejadas en “los medios”.
En este Apéndice nos vamos a centrar en los aspectos económicos de dichas “fuerzas”, en sus elementos positivos y negativos y en sus implicaciones sobre el escenario global:
. De un lado, la parte positiva tanto de las consecuencias económicas de la victoria de Trump (Plan de Inversión en infraestructuras, reestructuración fiscal y desregulación) como del mantenimiento de la política monetaria del BCE hasta que la inflación (y, con ella, el crecimiento real) se sitúe de forma sostenida en el objetivo establecido, sustentarían las estimaciones positivas con las que se iniciaba este Apéndice. (Incidencia positiva que, en lo que se refiere a la política económica de la Administración Trump, dependerá, en cualquier caso, de cómo se implementen dichas medidas).
. Por otra parte, subvertir las leyes de funcionamiento de la economía global; socavar el comercio mundial; eliminar el libre movimiento de flujos de capital y trabajo, representan fuerzas que trabajan en la dirección contraria al crecimiento y al desarrollo.
Como se mencionaba en párrafos anteriores, las previsiones derivadas del nowcasting tienen valor en lo que se refiere al intervalo temporal inmediato. Pero, en la coyuntura actual, el horizonte de validez encierra una especial significación, en tanto que, en este caso, el corto plazo podría derivar de lo que tardase en descarrilar la actual tendencia positiva, si se aplican de forma decidida medidas contrarias a las leyes del mercado y del libre comercio.
En ese escenario, cobrarían fuerza los factores negativos latentes en los mercados (no olvidemos, en este sentido, los argumentos de quienes consideran que la economía de Estados Unidos ya estaría próxima a agotar su reciente ciclo expansivo).
En este sentido, debemos tener presente que en la evolución de los mercados siempre subyacen fuerzas de signo opuesto y, atendiendo a cuál se imponga en momentos cruciales –como el actual-, una y otra tienden a sobreactuar. Súbitamente, se aúnan todos los aspectos positivos o negativos que se habían ido acumulando, y se transforman en un factor desencadenante. En esa tesitura, todo lo que se veía medio lleno pasa a verse medio vacío, o viceversa.
De ahí la importancia de tener presente, en todo momento, las sombras latentes. Incluso cuando aún se están aprovechando las luces.
Consideremos, por lo tanto, algunas de estas sombras.
En su informe anual Global Sovereign Outlook, Moody´s advierte de que la perspectiva del crédito soberano global para los próximos 12 a 18 meses es negativa. Y lo hace, precisamente en base a dos factores mencionados, de forma positiva, en párrafos anteriores: el crecimiento económico que, a su entender, es poco sólido, y el estímulo fiscal, que podría dar lugar a un incremento de la deuda y a un retroceso de la solvencia. Factores a los que añade el aumento del riesgo geopolítico o el aumento del proteccionismo y la reversión del comercio mundial.
Este último elemento afectaría de forma especialmente negativa a los emergentes, cuyas monedas se depreciarían, en sentido contrario a la apreciación del dólar, aspectos ambos que darían lugar a la insostenibilidad de la deuda (especialmente la denominada en dólares) de buena parte de países y corporaciones que se habrían apalancado en exceso aprovechando los flujos de capitales recibidos y los bajos tipos de interés.
La subida de tipos en Estados Unidos iniciaría la reversión de dichos flujos de capitales, incrementando las debilidades de corporaciones y economías emergentes y socavando sus fundamentales. Proceso que reduciría la solvencia e incrementaría las quiebras.
Asimismo, el aumento del proteccionismo se traduciría en restricciones a la localización de empresas, e incluso generaría deslocalizaciones, afectaría al empleo y, por lo tanto, a la demanda. Reduciendo, finalmente, las ventas de las economías avanzadas y su nivel de empleo. Esto es, produciría un deterioro global.
En el informe anual de Moody´s, el porcentaje de países con perspectiva negativa se habría incrementado desde el 17% al cierre del ejercicio anterior hasta el 26% (el más elevado desde 2012).
Asimismo, S&P considera que la perspectiva del crédito soberano global probablemente se deteriorará en 2017. El 23 % de los países para los que establece rating empezará el 2017 con perspectiva negativa, mientras que sólo el 5% lo hará con perspectiva positiva. Entre los emergentes, la proporción entre países con perspectiva negativa o positiva es de 6 a 1 (aunque dicha proporción mejora en comparación con el informe del pasado junio).
Luces y sombras. Tan distintas. Tan cercanas.
Como el ser primigenio al que aludía Platón, una sola cabeza con dos caras, mirando en dirección contraria. Imposible de separar porque si, como en la mitología, Zeus lo hace, se buscarán de nuevo.
No emulemos a Zeus. Consideremos siempre la inevitabilidad de la existencia de las dos caras, y decidamos en todo momento considerando esa proximidad, armados para ello de rigor y prudencia. Desarmados de exceso de ambición.