19 de diciembre de 2016
El estado de las cosas.
Próximos ya al cierre del año, parece oportuno hacer un somero balance de lo avanzado, así como de lo que aún está pendiente, en un ámbito que el BCE considera determinante para el fortalecimiento de la Eurozona: la Unión Bancaria.
La importancia otorgada a la misma estriba en que el sistema bancario representa un eslabón final fundamental para la transmisión de su política monetaria al tejido productivo.
En este sentido, y a fin de no ser excesivamente prolijos, sugerimos la lectura de los últimos apéndices a la vez que intentamos, en éste, resumir sintéticamente algunos aspectos significativos de lo avanzado, al tiempo que recoger aspectos esenciales de lo aún pendiente.
Para empezar, es indudable que en los últimos años se ha fortalecido la solvencia de la banca europea. Así, la ratio Tier 1 ha pasado desde el 7% en 2008 al 14,4% en junio de 2016.
Al mismo tiempo, se ha superado la fragmentación financiera entre las distintas jurisdicciones de la Eurozona y se han mejorado las condiciones de financiación a empresas y familias, a la vez que se ha incrementado el crédito concedido, sobre la base de un crecimiento económico sostenido, aunque aún débil y sustentado por la política monetaria.
Asimismo, se ha realizado una importante labor en términos de reducción del riesgo, a través de los avances realizados en supervisión y regulación, armonizando jurisdiccionalmente la estructura legal existente previamente en ambas parcelas.
Ciertamente, se han dado pasos importantes pero, aún hay mucho camino por recorrer en la integración bancaria. A modo de resumen:
. No se ha avanzado en la integración transfronteriza, aspecto éste que indudablemente coadyuvaría en una integración de los mercados de capital y crédito, a la vez que potenciaría la función del sistema bancario como transmisor último de la política monetaria y estabilizador macroeconómico.
Dicha integración, y diversificación, debe alcanzar a la banca al por menor, en la medida en que esto daría soporte estable al consumo y a la inversión en momentos de crisis, atemperando así las necesidades de financiación de hogares y empresas, a fin de anclar la estabilidad en lugar de amplificar los shocks.
Para realizar convenientemente esta función, la Banca debe estar bien capitalizada, ser eficiente, rentable y prudente en su papel de intermediación, así como estar diversificada tanto por países de la Eurozona como por sectores económicos. La concentración en países o sectores puede inducir la quiebra de un sistema bancario nacional, en casos de crisis profundas y duraderas, como la actual.
. Al mismo tiempo, y en la medida en que la integración transfronteriza derivaría en la constitución de grandes grupos consolidados -es decir, en el incremento del riesgo sistémico- hay que afianzar el establecimiento de requerimientos de mínimos de activos líquidos a las subsidiarias en cada jurisdicción, aspecto fundamental en un contexto de inexistencia de respaldo fiscal de última instancia; de recursos insuficientes en lo que se refiere al Fondo de Resolución o de carencia de un Fondo de Garantía de Depósitos Común.
En este sentido, es oportuno mencionar que la Comisión Supervisora del BCE estableció recientemente un suelo en la ratio de cobertura de liquidez necesaria independiente, a fin de garantizar activos líquidos de calidad suficientes para responder al riesgo, a nivel nacional.
. Queda mucho camino por recorrer en lo que se refiere a la previsión y eliminación de las consecuencias que se podrían derivar de las fallas en el funcionamiento del sistema bancario, tales como la excesiva exposición de los balances a las realidades nacionales o a los bonos soberanos, aspecto éste que en los últimos años ya afectó negativamente a la estabilidad monetaria y fiscal, alargando la actual crisis.
. Se mantiene una influencia nacional excesiva en ámbitos de regulación, contabilidad y afrontamiento de la insolvencia, lo que representa una notable barrera para la gestión global de las decisiones en la banca.
. Ciertamente, hay que dar pasos adicionales en lo que se refiere a la constitución de un Fondo de Garantías de Depósitos común o a la dotación suficiente del Fondo de Resolución Bancaria pero, para ello, hay que avanzar previamente en el saneamiento de los sistemas bancarios nacionales, tarea que no se ha abordado en determinadas jurisdicciones.
. Hay eliminar lagunas pero, sobre todo, hay que abordar las fallas fundamentales, así como clarificar y definir un horizonte temporal de implementación y desarrollo de lo ya fijado, a fin de que los bancos puedan atender a los requerimientos del BCE en lo que se refiere a la revisión de sus modelos de negocio y puedan hacerlo sobre bases de certidumbre.
. Los créditos y fusiones transfronterizas requieren confianza previa, para lo que es necesario limpiar los balances; ajustar las ratios a los estándares internacionales asumidos -en lo que se refiere a aspectos como endeudamiento, financiación neta estable o capacidad de absorción total de pérdidas-; redefinir los modelos de negocio, en el seno de una estrategia global racional y aceptada por los mercados; y racionalizar estructuras de costes.
. A pesar de que las últimas pruebas de stress realizadas por EBA resultaron positivas, en lo transcurrido de 2016 el precio de las acciones de la banca europea ha caído en torno a un 20% y la relación entre éste y su valor en libros se sitúa por debajo de 1.
Esto responde a que los mercados consideran que la Banca arrastra exceso de créditos impagados; sobrecapacidad e insuficiente control de costes; rentabilidad del capital inferior al coste del mismo; creciente competencia desde la banca en la sombra o los fintech, a la que no está sabiendo responder; y modelos de negocio no adaptados a la coyuntura actual de tipos.
. Con relación a esto último, recalibrar el modelo de negocio es una tarea fundamental que debe abordarse en profundidad. La baja rentabilidad no se explica sólo por los bajos tipos.
Como el BCE reitera, estos están contribuyendo positivamente a una reducción en los costes de financiación y a una mayor actividad económica, lo que incide en el volumen y viabilidad de la inversión, así como en la recuperación de impagados.
. A este respecto, la Entidad supervisora tiene el foco puesto en los modelos de negocio y en los modelos internos de cálculo del riesgo de mercado, riesgo de interés y riesgo de liquidez, es decir vigila estrechamente la gestión global del riesgo, así como la existencia de una estructura sana de gobernanza y una adecuada calidad de los datos.
. A estos efectos, estableció los “principios para una efectiva integración e información de los datos de riesgo”, publicados en 2013 por el Comité de Basilea con relación a la Supervisión Bancaria, y hace un estrecho seguimiento de la sujeción a dichos principios.
La autoridad supervisora observa la baja rentabilidad de la banca y, de forma especial, otea el posible incremento en la asunción de riesgo por parte de ésta en una búsqueda de mayor rentabilidad.
Desde su ámbito de Supervisión, el BCE realizará en los próximos tres años un control de la aplicación efectiva de estos principios en el cálculo de los activos ponderados por riesgo, en los modelos internos de la Banca que determinan los requerimientos de capital. Así, sólo en 2017, realizará en torno a 100 valoraciones, cada una de ellas cubriendo 3 ó 4 modelos.
El riesgo de crédito -y, específicamente los préstamos improductivos- será objeto de especial seguimiento. En este sentido, se realizarán recomendaciones y se definirán las mejores prácticas, que se utilizarán para evaluar la gestión de los bancos.
Como en otros ámbitos o aspectos que conciernen al desenvolvimiento de la Eurozona, también en lo que se refiere a los pasos a dar en la necesaria Unión Bancaria, algunas jurisdicciones arrastran los pies tanto en lo que se refiere a la asunción de medidas ambiciosas necesarias para avanzar como en la adopción de las reformas imprescindibles para asumir dichas medidas.
En España hemos dado pasos muy significativos pero tenemos que seguir avanzando.
Así, la definición de estrategias, su asentamiento y formalización rigurosa y clara; el análisis de las mejores prácticas, a fin de implementarlas en los términos posibles; la consideración rigurosa de los requerimientos, ratios y estándares exigidos y la pronta adaptación a los mismos; los ajustes y racionalización necesarios para optimizar la rentabilidad; la concreción de un modelo de negocio asentado en estos aspectos pero, asimismo, en el incremento de los ingresos –siempre de forma compatible con el control de la morosidad y, en última instancia, con la solvencia- representan la dirección insoslayable que se debe tomar.
La revisión continuada de la situación, el análisis de la evolución de la misma, la asunción flexible de la necesidad de recalibrar y adaptarse, debe ser la actitud.
El BCE menciona las mejores prácticas. Formemos parte de ellas.
De igual forma que, en otros apéndices, hemos aludido a la necesidad de dejar de formar parte de la periferia y situarnos, como país, en el centro de la Eurozona, como Sistema Bancario, el sistema español debe asegurarse formar parte de dicha mejor práctica.
En lo que se refiere al país, mencionábamos la necesidad de dejar de formar parte de los primeros vagones de todas las montañas rusas –consecuencia que se deriva de estar integrados en la periferia-. En lo que se refiere al sistema bancario, formar parte de la mejor práctica permite ponerse a salvo de los mayores estragos del contagio y, en sentido contrario, constituirse en refugio, esto es, en objetivo de inversores.
El esfuerzo para ello puede ser ímprobo. La recompensa no será baladí.