11 de mayo de 2015
En las últimas semanas se ha producido una aceleración en las ventas del bono alemán a 10 años, dando lugar a un aumento en la rentabilidad del mismo. Hace sólo unas semanas, dicha rentabilidad era de 0,05% nivel desde el que se ha incrementado hasta situarse en el entorno del 0,5%.
Dado que el bono alemán es una referencia para los mercados financieros, una tendencia similar se ha registrado en otras economías de la Zona Euro. Así, en la subasta celebrada el pasado día 7 por el Tesoro español, el tipo marginal de los títulos a 10 años se situó en el 1,893%, por encima del 1,289% de abril.
Este movimiento es relevante porque el incremento de los tipos marginales, aumenta el tipo real de intercambio del euro, afectando negativamente a las exportaciones y, por lo tanto, a la actividad económica.
¿A qué obedece esta dinámica? ¿Han cambiado los mercados su percepción respecto a los riesgos inherentes en los mercados económicos y financieros? ¿Representa éste un cambio fundamental o una mera corrección, una parada antes de continuar el camino hacia tipos marginales negativos?
Quizá los mercados habían descontando, en exceso, una caída continuada de las rentabilidades (y, por lo tanto, una subida mantenida del precio de los bonos, al calor del anuncio y puesta en marcha del programa de compra de activos, por parte del BCE).
Este Programa, indudablemente, ha dado lugar a una caída de las rentabilidades -hasta adentrarse en terreno negativo- y del tipo de intercambio del euro. De esta forma, ha propiciado el aumento de las exportaciones y el crecimiento de la actividad, incrementando así la expectativa de inflación futura y despejando el fantasma de la deflación, lo que ha incidido positivamente en los niveles de confianza.
Estos factores, ayudados por la caída del precio del petróleo, han derivado en un aumento de los ingresos disponibles y del consumo.
Finalmente, la conjunción de la caída de los tipos y el aumento de la demanda están incidiendo en un incremento de la inversión.
Pero los mercados tienden al equilibrio, y las rentabilidades negativas no dejan de ser una anomalía. Así, el aumento de la actividad económica y de las expectativas de inflación, moverá al alza a los tipos de interés y al tipo de intercambio del euro, afectando negativamente a la competitividad de las empresas exportadoras y, por ende, a la actividad económica.
Sin embargo, mientras el BCE mantenga el actual programa de compra de activos y exista una coordinación de las políticas monetarias de los principales bancos centrales (que limite los efectos derivados de sus movimientos divergentes), las ventas de cierta envergadura que se están registrando en los mercados de deuda sólo deberían producir el retorno a un punto de equilibrio en el que los excesos en el descuento de tendencias futuras fuesen neutralizados.